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Автор Висенте Бласко Ибаньес

Vicente Blasco Ibáñez

Prólogo

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

Vicente Blasco Ibáñez

Cañas y barro

Prólogo

de Victoria Vera

Cañas y barro llegó a mis manos en plena transición política española. Una transición que ya era histórica y que se había iniciado con un auténtico estallido cultural, innovador e irrepetible en donde casi todo parecía posible de realizarse y se respiraba una auténtica sensación de libertad cultural.

Se contó incluso con la colaboración de un ente tan peculiar como Televisión Española, que asumió la coproducción y el riesgo que suponía un autor como Blanco Ibáñez: anticlerical, progresista y liberal.

Nada más leerla, comprendí que me encontraba ante una heroína absolutamente anticonvencional. Neleta pertenecía a ese tipo de personajes mágicos que sólo a veces aparecen en la vida de una actriz y marcan su carrera para siempre. Tenía además el aliciente de sumar una vez más la coincidencia de interpretar de nuevo a un autor hasta el momento prohibido. Neleta aparecía ante mí como una mujer políticamente incorrecta y eso fue precisamente lo que me hizo encontrarla fascinante. Poseía esa fuerza demoniaca que los hombres de finales del XIX identificaban con las mujeres, hasta el extremo de cuestionar la existencia del alma femenina. Creo que entre nuestros mejores escritores de finales del XIX aquellos que se ocuparon de esa alma femenina, ya que no todos estuvieron igualmente interesados, dos son fundamentales a mi modo de ver: Blasco Ibáñez y Galdós. Ambos, desde una visión completamente masculina, nos ofrecen un mundo femenino por el que sienten comprensión e indulgencia, con sus faltas o errores a la hora de decidir su futuro.

Ellas nunca se sintieron completamente felices (siempre tienen ese punto de insatisfacción tan genuinamente femenino) y es el amor, el hombre, la única salida o escape que hace posible sus ambiciones, ya que la falta de recursos domina sus vidas e impide su realización. Aunque Blasco nos ofrece también heroínas triunfadoras que lo tienen todo, o lo han tenido, como Leonor de Entre naranjos; todo menos lo más importante, el amor de verdad. Cuando creen haberlo encontrado, el hombre se les aparece débil, sin fuerza, como Tonet,, ambicioso, rudo y patán como Cañamel, o como Tono, con ese exceso de honestidad que cierra toda posible comprensión hacia su hijo Tonet, convirtiéndolo así en una víctima de la historia.

Su galería de personajes es riquísima y sus caracteres no tienen límites, como al parecer su vida, una vida llena de actividad, no sólo como escritor sino también como político. Siete veces fue diputado por Valencia y fundó su propio periódico, El Pueblo, y viajó, viajó mucho, algo que no era común entre sus colegas. Como personaje que vivió entre dos siglos, le tocó el horror de la Primera Guerra Mundial y la inspiración fue esa magnífica novela, Los cuatro jinetes del apocalipsis, una de sus obras más internacionales llevada al cine por la industria de Hollywood.

Blasco era un hombre especialmente interesado por la tierra que le vio nacer: Valencia, y eso le hizo profundizar en historias tan fascinantes como Los Borgia o Sonnica la cortesana. Esa historia, reflejo de su propia tierra, llena de contradicciones, con sus ríos desbordados, sus pasiones casi siempre prohibidas y peligrosas, que llevan al hombre hacia senderos y abismos llenos de equivocaciones que transforman sus vidas.